Fotógrafo alemán nacido en Colonia en 1899 y fallecido en la misma ciudad en 1987. Desde muy joven trabajó en la empresa familiar dedicada al comercio textil. Sin embargo, muy pronto encontró en la fotografía un oficio más coherente con su forma de entender la vida: con tan sólo catorce años realizaba ya experimentos fotográficos con una caja de cigarros convertida en improvisada cámara oscura; y, antes de llegar a los veinte, se atrevió a dar el gran salto hacia la fotografía profesional y emprendió una magnífica carrera como fotoperiodista. Fotografió como nadie el segundo conflicto bélico mundial, aunque no quedan más que algunas de esas imágenes, puesto que el 31 de mayo de 1942 sus archivos desaparecieron como consecuencia de un bombardeo. Pese a ello, las imágenes que se conservan muestran la dureza del conflicto a través de su objetivo mordaz y comprometido.
Retrató fundamentalmente su ciudad natal y sus alrededores, las ruinas materiales y personales..., los horrores de la guerra. Así, su fotografía “Cristo entre las ruinas” (1945) resulta un documento terriblemente impactante: un plano general en cuyo primer término emergen grandes bloques de piedra producto de un derrumbamiento que dejan paso a la imagen de un Cristo, en segundo término, cuyos brazos extendidos parecen arropar el desastre. Recortado contra el cielo, un cielo gris y plomizo, el aura de la figura se dibuja con la precisión del corte de un bisturí. Igualmente impresionante es su imagen “La catedral vista desde el sur” (1944); el edificio, en la parte izquierda de la toma, se erige discretamente pese a su gran tamaño, detrás de una pesada niebla que devuelve a la imagen la tristeza del horror. Un horror que se torna más explícito en “Neumarkt, primer ataque del día” (1944), un gran plano general de la ciudad donde los edificios destruidos y los automóviles todavía humeantes proporcionan no sólo una cercanía espacial, sino también temporal: el espectador se siente allí, paseando entre la gente que puebla la ciudad derruida en un impecable encuadre.
De este modo, las fotografías de Claasen no son sólo documentos estremecedores que hablan de destrucción; también son documentos de la vida diaria, del combate cotidiano, de las gentes..., con grandes dosis de emoción y sentimiento. Ello le convierte en uno de los mejores cronistas del siglo. Algunas de sus fotografías fueron publicadas en 1947 en la obra Canto en el horno, completada mediante una exposición en la Eigelsteintorburg de Colonia. La Caja de Ahorros de esta ciudad otorga desde su muerte el Premio Hermann Claasen, una beca de fomento destinada a jóvenes fotógrafos.